jueves, 25 de abril de 2013

De adolescente a mujercita. (Parte II)

Al llegar a Madrid, volví a la rutina. Vuelta al instituto (sólo que ese año empecé en otro distinto, y en nocturno), ayudar a mi padre por el día a ver posibles obras nuevas, presupuestarlas, hacer facturas, y si era necesario porque corriese mucha prisa alguna obra, ayudarles a cargar y descargar el camión, calcular el material necesario, y montar.

Los Sábados salía con mis amigos al cine, o por el centro, o Fuenlabrada, o íbamos a los pub´s del barrio..., y los Domingos quedábamos en plan más tranquilo, en casa de alguno de nosotros, y pedíamos pizza, y jugábamos al mus, o al Scrabel, o al Pictionary..., o si había partido y jugaba el Real Madrid, nos lo veíamos enterito, aplaudiendo, chillando, cabreándonos... (es que lo vivíamos, jajaja)


Y con respecto a mi novio..., no llevaba demasiado bien que estuviéramos a más de 500 km., pero qué se le iba a hacer, era lo que había. Todos los Domingos por la mañana hablábamos por teléfono; una semana me llamaba él, y a la siguiente llamaba yo, pero lo que peor llevaba, era cuando alguna vez tenía movida con mi madre, o cualquier otro problema, no poder estar ahí, porque aunque lo hablásemos el domingo, y más o menos me desahogara... no era lo mismo, y lo pasaba bastante mal. Mi padre, aunque esto no se lo dije nunca, se daba cuenta, y hasta llegó a plantearse que le dijese a mi novio que se viniese a Madrid a alguna habitación de alquiler, y trabajase con él en los andamios, porque veía que la cosa iba en serio, y yo no lo estaba pasando precisamente bien en algún que otro momento, que me daba el bajón.

En el nuevo instituto, hice nuevos amigos, que a día de hoy aún tenemos algo de contacto de vez en cuando, entre las que se encuentran S. y M.J.


Ésta última, un día que vino su novio a recogerla al insti, se vino con un amigo, al cual me presentaron. Ambos eran de Vallecas, y el amigo, aunque me pareció muy majete, no me gustó físicamente. Al día siguiente, M.J. me preguntó que me había parecido su amigo, el vallecano, y le dije algo así como... "me parece muy majete, pero sinceramente, no estaría con él ni aunque fuese el último hombre que quedase en la tierra". Después de ese primer día, le siguieron otros, con muy poco espacio de tiempo entre ellos, y acabamos convirtiéndonos en grandes amigos. Él me contaba sus historias, me hablaba de su ex, que por lo visto fue una capulla, lo cual tanto M.J. como su novio me corroboraron, me tocaba canciones que había compuesto, yo también empecé a contarle cosas mías, de cómo estaba con mi madre, de la gran relación con mi padre, de los andamios, de mi novio, de lo mal que lo llevaba algunas veces por la distancia..., y así, poco a poco, me fui encariñando con él, y empezó a gustarme de otra forma, la cual en un principio había dicho que "ni de coña en sueños". Lo que son las cosas, las vueltas que da la vida...

A mediados de febrero de 1.997, uno de los Domingos que hablé con mi novio, al final acabamos los 2 llorando, porque le dije que le quería muchísimo, pero que se me estaba haciendo muy cuesta arriba el no estar juntos, y no poder contar con él en persona cuando me hacía a veces tanta falta; y que lo sentía mucho, pero que creía sinceramente, que lo mejor era dejarlo. El pobre me lloró, me suplicó que aguantase un poco más..., pero le dije que no. Que seguiría siendo su amiga, pero que su novia..., ya no podía seguir así por más tiempo.

El vallecano y yo, continuamos viéndonos casi todos los días, y aumentando ese cariño que sentía por él. 

Al final, llegó el día 01 de Marzo de 1.997, que era sábado, sino recuerdo mal, y me vino a recoger a casa, que luego habíamos quedado con M.J., su novio, y otros amigos. Según me recogió, me preguntó si me podía pedir un favor. El tema, es que por lo visto sus padres tenían que ir a una boda, y él tenía que llevarles, y el día anterior se había olvidado; entonces me pidió, si podía acompañarle a recoger a sus padres y llevarles a la boda, que sólo era eso, llevarles, y después ya nos íbamos con nuestros amigos. Yo le dije que hubiese preferido que me lo hubiese dicho el día anterior, pero que bueno, que si las cosas estaban así, pues que vale, que le acompañaba, siempre y cuando, inmediatamente después nos fuésemos.

Cuando estábamos llegando a casa de sus padres, a mi me entró el canguelo, y le dije que pensándolo mejor..., que casi que me dejase en la estación de renfe, y ya me iba yo con nuestros amigos, y que luego él nos saliese donde habíamos quedado, pero a base de rogarme, y de insistirme, y de prometerme que no pasaba nada, que no tuviese miedo, ni vergüenza, que no iba a pasar nada, pues llegamos a su casa. Así fue como conocí a sus padres.

Los padres me parecieron bastante simpáticos, y muy abiertos, sobre todo la madre; y ya en esa primera visita, me dí cuenta que quien llevaba la voz cantante en la casa, era la madre. El padre, aunque se le veía agradable, me pareció lo que habitualmente se conoce por un calzonazos. Tan pronto acabó la madre de ponerse los pendientes, pulseras, reloj..., el chaquetón, y los zapatos, ya nos fuimos todos. 

Cuando llegamos a la iglesia donde se iban a casar los novios, para dejar a los padres, la madre le dijo que aparcase, y al menos fuésemos a la misa, ya que a fin de cuentas la novia... ¡¡¡era prima del vallecano!!! (¿cómo?, ¡ésto yo no lo sabía!). Yo no quise contrariar a la madre, ya que con quien yo estaba un poco enfadada era con el hijo, por... haberse olvidado de comentarme el detalle de quien era la boda, por lo tanto, les acompañé. Me presentaron a toda la familia como una amiga, porque obviamente, es lo que yo era, y sinceramente, creo que nunca en mi vida, por lo menos hasta ese momento, había pasado tanto corte. Después de la ceremonia, y sus correspondientes fotos dentro de la iglesia, salieron los novios con los padrinos, y hubo la típica lluvia de arroz sobre los novios, y después, hubo más fotos. Cuando llegó el momento de hacer la foto de familia, se pusieron todos para sacar la foto, y yo, obviamente, me quedé detrás del fotógrafo, a fin de cuentas, yo no era nadie para ellos, no pertenecía a su familia; pero cuál es mi sorpresa, cuando los novios me dicen que me ponga yo también. Al principio dije que no, pero ante la insistencia, y por no hacer el feo, pues accedí. Posteriormente, cuando ya era para ir al banquete, los novios también querían que yo fuese, y a eso ya sí que me negué en redondo; accedía a llevar a los padres del vallecano hasta el salón, pero luego nosotros nos íbamos, y si el vallecano quería ir..., pues que fuese, ya si eso me iba yo desde la iglesia en Metro con mis amigos. Al final, sólo llevamos a los padres, y luego el vallecano y yo nos fuimos con nuestros amigos.

Según dejamos a los padres, y de camino a mi barrio, le eché una buena bronca, porque leche, "eso no se hace. ¿Por qué no me dijiste que era la boda de tu prima?", y me dijo "es que sé que si te lo digo, no habrías venido, y me hacía ilusión que vinieras"

Ya estando en el barrio, y contándoles a los amigos lo que había pasado, aparte de morirse de la risa, me apoyaron, y le dijeron que tenía razón, que así no se podía hacer. Al final, el vallecano se pasó por lo menos media hora disculpándose y pidiéndome perdón.


Después de estar de marcha en los pub´s del barrio, y cuando ya se aproximaba la hora en que tenía que irme a casa (las 22 horas), el vallecano me acompañó, y en unos bancos del parque que hay en la urbanización de mis padres, mientras hablábamos antes de subirme a casa... me preguntó si quería ser su novia..., y le dije que sí.

miércoles, 24 de abril de 2013

De adolescente a mujercita. (Parte I)

Esto decido empezarlo en el verano de 1.995, con 18 años recién cumplidos.

Ese verano, al igual que prácticamente todos los anteriores, fuimos de vacaciones a Galicia, al pueblo (hubo 3 años seguidos, cuando yo tenía sobre 10 u 11 años que nos quedamos en Madrid). Fuimos a la casa de mis abuelos maternos; 4 o 5 años antes había muerto mi abuelo, y ya sólo quedaba mi abuela, y parece que las "asperezas" que existían al no estar ya el viejo, se limaron entre mis padres y mi abuela (por poner un ejemplo, dejaron de existir los candados en las puertas de las habitaciones cuando mis abuelos no estaban en casa, pero mis padres sí; de hecho, a raíz de la puesta de candados, hasta que el viejo murió, mi padre dijo que no volvíamos a quedarnos con los padres de mi madre, sino que nos íbamos directamente a casa de sus padres). Como decía, fuimos a casa de mis abuelos maternos, o ya mejor dicho, de mi abuela. Allí nos juntábamos un montón de tíos, y sobre todo de primos. Para que os hagáis una idea, era un piso de 4 dormitorios, y en el dormitorio de mis abuelos, había dos camas de matrimonio; en el dormitorio nº 1, vamos a llamarlo así, en una cama dormía mi abuela, y en la otra, dos primos; en el dormitorio nº 2, en una cama dormía una tía con su hija, ya mayorcita (dos años mayor que yo); en el dormitorio nº 3, dormían otros dos primos; en el dormitorio nº 4, dormían mis padres; y en el salón, en un sofá cama, dormían 3 primos, y en 3 hamacas de esas de playa, en una dormía una tía, en otra, otra tía más, y en la tercera dormía yo; y luego en una casa de alquiler de habitaciones que hay en el pueblo (aparte de dos hoteles), dormía otra prima con el novio.


Cojo prestado éste cartel, aunque las fiestas que menciono aquí
fueron en el año 1.995.
El mismo día que llegué, o al siguiente, no lo recuerdo, eran las fiestas de un pueblo cercano, y allí que nos fuimos unos primos que viven en Galicia, uno de los primos que dormía en el sofá cama, la prima que dormía con su madre, y yo. Nos lo pasamos... bien es poco. Estando allí, conocí a los amigos de mis primos que son de Galicia, y uno de esos amigos y yo... pues como que nos gustamos muchísimo según nos vimos. Hubo mucho tonteo, mucha miradita, móntate conmigo en los coches de choque, tómate algo, y un largo etc de los que a mí me gustan (como me dijo una vez una chica amiga de unas amigas mías, por lo que vio de mí una noche que salimos, a mi no me gusta el ir a saco, a mí lo que me gusta, es la seducción). Al final, cuando llegaron las fiestas de mi pueblo, acabamos en lo que se conoce como un amor de verano, y quedó solamente en eso porque yo lo quise así, que el chaval quería seguir.

Vuelta a Madrid, clases, amigos, salir... y llego el siguiente verano... 

Llegar al pueblo, salir a dar una vuelta, volvernos a encontrar, y retomarlo donde lo habíamos dejado el anterior verano, fue todo uno..., solo que ésta vez me pidió que fuese su novia, no solo un rollete de verano..., y le dije que sí. 

Uno de esos días que quedábamos por la tarde en el bar al que solíamos ir, cuando yo llegué ya estaba él, tomándose algo con un amigo suyo al que yo no había visto nunca. Según me iba acercando, su amigo se dio la vuelta, y como por aquel entonces decíamos mis amigas y yo, mentalmente pensé..."las bragas..., donde están las bragas que las he perdido...". Era el gallego más interesante y con más morbo que había conocido en mi vida. 



Alto, moreno, con el cuerpo bien definido, vestido con vaqueros negros, camiseta negra, chupa de cuero negra, y botas camperas también negras... Sentí una atracción instantánea, como nunca antes había sentido, ni tan siquiera el verano anterior con el que en ese momento era mi novio, y por lo que pude comprobar, la atracción fue mutua, porque sin exagerar ni un ápice, cuando estaba ya prácticamente al lado de mi novio y del gallego, me preguntaba a mi misma si seguiría con algo de ropa o ya no llevaba nada encima, porque me sentí desnudada ante la mirada que me echó, y el posterior repaso visual muy lento de arriba abajo... Nos presentó, los dos típicos besos de rigor, tomar algo, hablar..., vamos lo normal, pero siempre que me miraba, era como si me acariciara con la mirada.

Los siguientes días, cuando quedábamos por la tarde a tomar café, o en las fiestas, o nos íbamos de pub´s, o a la discoteca, siempre estaba el gallego junto con los amigos y los primos, y siempre, siempre, siempre, se ponía a mi lado, y acabábamos hablando prácticamente los dos solos, como si no hubiese nadie mas... Incluso una vez, una prima mía que había empezado ese verano a salir con un chico, que fíjate qué casualidad, era primo del gallego, me pregunto algo así como... "¿pero se puede saber qué demonios os traéis el gallego y tú?", a lo que yo le contesté... "nada, sólo somos amigos", y se me quedó mirando con una cara como diciendo, vale, si tú lo dices... No le dije a nadie lo muchísimo que me atraía el gallego, a nadie, preferí callármelo para mi solita (excepto a mi amiga M., la que está ahora en Alemania, que según llegué a Madrid se lo conté todo) y seguir con el que era mi novio, que además era muy buen chaval, un encanto, y me trataba muy bien. El gallego... para mí era un imposible. Si, había una atracción bestial, pero... que no lo veía posible vamos, me parecía imposible poderme plantear nada con él, ya que aunque fuese tan intensa esa atracción, no la veía con posibilidades de futuro, por lo tanto... ¿para qué arriesgar una relación que si podía tener futuro con mi novio, por uno que no lo veía yo que tuviera pinta de comprometerse con nadie? Porque aunque estaba perdidamente atraída hacia el gallego, a la vez pensaba que era un poco chulito, y con pinta de macho man, pero... a la vez, me gustaba tanto...

Ese mismo verano recibí mi primera propuesta de matrimonio. Uno de los últimos días que estaba en el pueblo, cuando ya faltaba poco para volverme a Madrid, estando una noche en el disco-pub al que solíamos ir con toda la pandilla del pueblo, me sacó fuera mi novio, para darme un par de regalos, y hablar; y cuando ya nos íbamos a volver, me cogió de la mano, me miró a los ojos, y me dijo... "¿te quieres casar conmigo?", a lo que yo le dije... "en el futuro, cuando acabe de estudiar, y si seguimos juntos, si, me gustaría casarme contigo".

lunes, 15 de abril de 2013

Feliz adolescencia... más o menos.

Más o menos, tuve una adolescencia bastante feliz.

Tenía un buen grupo de amigos, los cuales, a fecha de hoy, aunque no tenemos el contacto que teníamos por aquél entonces, y algunos ya no formar parte de mi vida, hay otros que aún siguen ahí, y dos en especial, uno  actualmente lejos (en Alemania), y otro bastante cerca (dos calles más allá de donde yo vivo), que sé que puedo contar con ellos incondicionalmente. Si pasa algo, o estoy mal, o hay algo "fuera de lo normal", siguen estando ahí; al igual que yo para ellos.

Solíamos salir por el barrio; íbamos al cine, a tomar pizza, en las fiestas del barrio bajábamos y nos pasábamos casi todo el rato en los coches de choque, en veranito en un parque muy grande que hay en nuestro barrio, que tiene césped, y lago, y las "aceras" del parque eran de arena. Hace poco lo han arreglado, y ahora además de columpios más modernos para los peques (que a veces llevo ahí a mi hijo), esas "aceras" ahora están con adoquines; la verdad es que ha quedado muy chulo. A veces cogíamos el autobús, y nos íbamos al centro, al cine o a jugar a los billares, que nos encantaba, o a otro barrio cercano, e íbamos a una discoteca light, que había por entonces. Luego de más mayorcitos, cuando ya por la edad se podía, íbamos a otras discotecas, ya no light, o a los pub´s que había por nuestro barrio, o nos íbamos a Fuenlabrada..., pero a las diez de la noche, prácticamente todos, estábamos ya en casa. 



Qué diferencia con la actualidad, que ahora, a esa hora es cuando se sale para ir a la discoteca. Nos acompañábamos unos a otros, y pese a yo ser la segunda mayor de las chicas, siempre me dejaban a mí la primera en casa. Con respecto a la hora de llegar a casa, mis padres eran muy estrictos, y como llegase como mucho 15 minutos más tarde, al siguiente Sábado me quedaba en casa castigada; por lo tanto, mejor no tentar a la suerte. En éste sentido, recuerdo cuando tenía 20 años recién cumplidos, que se casó una pareja del grupo, y después de la iglesia y del banquete, fuimos a uno de los pub´s de la zona, que contrataron la parte baja para la posterior celebración, y el pub estaba como a 200 o como mucho 300 metros de mi casa, y fueron amigos míos a pedir permiso a mis padres para poderme quedar más, que era por la boda, que sino no les pedirían el favor, etc, etc..., y al final "nasti de plasti". A las 22 horas, en casa.

También fue la época de los primeros "novietes", de hecho, mi primer novio fue uno de los chicos del grupo, que fíjate qué casualidad, es una de esas dos personas que mencioné al principio que puedo seguir contando incondicionalmente con él.

Cuando yo tenía 15 años, mi padre montó una pequeña empresa de montaje de andamios, y desde que cumplí 17 años, todos los veranos, yo me iba con él a montar andamios; luego volvíamos a casa, me duchaba, y me iba con mis amigos. La verdad es que me encantaba estar prácticamente todo el día con mi padre y ayudarle, y el dinero que ganaba de los días que iba con él a trabajar, lo llevaba anotado en un dietario, y cuando me quise sacar el carnet de conducir, me lo pagué con ese dinero.

Con mi madre..., bueno, pues seguíamos con nuestras broncas, sólo que ya sin el cinturón por medio. Cuando se ponía de bronca, a veces yo también chillaba, otras pasaba, otras contestaba sarcásticamente..., pero siempre que estaba mi padre, intentaba mediar el pobre hombre. Algo mejor lo llevaba, y gracias al apoyo de mi padre, al buen consejo de los amigos, y que estaba en casa el menor tiempo posible, y cuando estaba en casa, casi siempre me encerraba en mi habitación, pues dejé de pensar en irme de casa, como al principio de mi adolescencia llegué a pensar. En esos principios, más de una vez bajaba a la calle llorando para estar con mis amigos, y diciendo que el día menos pensado me iba de casa, y por suerte, siempre pude contar con ellos. Ellos me tranquilizaban, y me intentaban animar. 

Por ellos, y por mi padre, conseguí tener una adolescencia más o menos feliz.

Recuerdos de mi infancia.

Los recuerdos que tengo de mi infancia, son muy diversos. Recuerdos con mi padre, casi siempre entrañables y felices; con mis abuelos paternos, sobre todo mi abuelo, normalmente en las fincas del pueblo, o en la huerta, o en las cuadras de los animales (gente de campo), y yo normalmente detrás, más "feliz que una perdiz"; recuerdos de mis abuelos maternos, que no sé con los demás nietos, pero al menos de mi pasaban bastante, y de su propia hija (mi madre), ser bastante despreciada por ambos, pero especialmente su padre; con mis primos no tuve mucha relación que digamos, ya porque eran mas mayores, o bien porque eran mas pequeños, y el único que era de mi edad estaba en el pueblo, por lo tanto sólo nos tratábamos en verano; y con respecto a mi madre... ¿qué puedo decir de ella?...


No recuerdo un sólo día que jugase conmigo, por el contrario, recuerdo demasiado bien los gritos, las peleas, y los azotes cuando según ella me portaba mal, con el cinturón. No estoy diciendo que yo fuese una santa, que seguramente alguna liaba, pero por poner un ejemplo, cuando yo tenía entre 7 o 9 años, que se sentase en una banqueta en el pasillo justo delante de la puerta abierta de mi habitación, con la cabeza apoyada en la pared, los ojos cerrados, y el cinturón preparado en la mano por si no me dormía en el tiempo que ella consideraba oportuno... no me parece lo más lógico. Si al menos dijésemos que estaba armando bulla, hasta podría tener un pase, teniendo en cuenta cómo eran en aquel momento algunos padres, y la educación que solían aplicar; pero estando como yo estaba, quietecita y calladita... si no me quería dormir era mi problema, iría más cansada al día siguiente al cole, vamos, digo yo. Por desgracia, por aquel entonces lo veía tan normal, que hoy por hoy, no consigo olvidar un día que mi madre me mandó a comprar leche a la tienda, y como niña que era, por el camino vine jugando con el brick, con tan mala suerte, que una de las veces que lo lancé al aire para luego cogerlo, se me cayó al suelo, y recuerdo que llegué llorando a casa, y cuando mi madre me abrió la puerta, yo misma le dije "PÉGAME". No puedo decir que pasó a continuación, porque no lo recuerdo, lo digo de verdad, no es que no lo quiera poner, es que no me acuerdo.


Yo, por mi parte, intento no ser así con mi hijo; y aunque alguna que otra vez me saca de mis casillas, y reconozco que algún azote le he dado, jamás se me ocurriría coger un cinturón para pegarle, ni ahora de chiquitito, ni tampoco de mayor.


Por desgracia para mi, es un tema que me marcó bastante, y mi anterior pareja, en su momento, un día jugando, pagó las consecuencias, ya que jugando, cogió un cinturón haciendo ademán de darme, y yo le di una bofetada. Luego, obviamente, le tuve que explicar mi reacción.


Por lo que veis, los recuerdos de mi infancia con respecto a mi madre, no son demasiado buenos. Alguno bueno debe existir, digo yo, pero por desgracia, los malos, son los que tengo grabados a fuego, y no los consigo borrar. Podría contar alguno que otro más, pero oye, como que no me apetece revivirlos, espero lo entendáis.

viernes, 12 de abril de 2013

Presentación

No sé muy bien porqué empiezo a escribir éste blog, aunque creo que es porque busco una manera la cual espero me ayude a poder desahogarme, a compartir mis vivencias, mis alegrías, mis penas...

Tampoco sé si seré constante en él, o haré lo mismo que he hecho en anteriores ocasiones, cuando me he puesto a escribir un diario; que lo máximo que me duró la "aventura" fué un año.

Quien quiera que llegue a leer ésto, se imaginará por el nombre, que soy madre. En éstos momentos, mi bichito, como yo lo llamo, tiene 3 años y casi 9 meses; pero como iba diciendo, al referirme al nombre del blog, a veces me siento como si fuese su niñera más que su madre, y según me vayan leyendo descubrirán porqué.


Para presentarme, y que me puedan conocer un poco, diré que soy una chica española, de 35 años, que vive en Madrid, y que todos mis antepasados, mi actual pareja (y padre de mi hijo), así como también todos sus antepasados, son gallegos.

En éste blog, principalmente hablaré precisamente del tema que hago referencia con su nombre... "Soy su madre..., ¿o soy su niñera?"; aunque habrá veces, que hable de otros temas que quizás no tengan nada que ver con mi maternidad, pero que en ese momento en concreto me inquieten.

Algunas veces seré risueña, otras sarcástica, otras se notará que estoy contenta, triste, o puede que incluso enfadada. Pero siempre, siempre, siempre, seré sincera. No me gustan las mentiras, las odio; y de echo, creo que siempre una verdad, aunque duela, será mejor que una mentira piadosa.

Pues lo dicho... a ver que sale de todo ésto.

Un saludo.