lunes, 16 de septiembre de 2013

Mi separación. (Parte IV).

Así fueron pasando los días, las semanas…, hasta que finalmente se convirtió en meses.


Durante ese tiempo, el vallecano empezó con la rehabilitación, y de vez en cuando me llamaba, para contarme sus avances, cómo se sentía, que muchas veces se ponía triste en rehabilitación cuando veía a otras personas haciendo allí rehabilitación con él, pero que estaban sus parejas con ellos animándolos y apoyándolos, mientras que yo, no estaba con él…

A mí la verdad me daba un poco de pena, pero rápidamente se me pasaba, cuando en algunas de esas conversaciones llegaban sus padres y volvía a cambiar la forma de hablar. “Vale vallecano, no hace falta que hables más, ya sé que han llegado tus padres por la forma en que vuelves a cambiar de hablar. Qué pena. El que iba a cambiar…”.

Finalmente, como a primeros de Octubre del año 2.001, le dije que no podía continuar así, y que seguía para adelante con la separación, ya que veía que él realmente no iba a cambiar, ya que me lo demostraba cada vez que hablaba con él por teléfono y estaban sus padres delante, por lo tanto, que para seguir actuando de una manera cuando no estaban sus padres, y de otra cuando si estaban, como no sabía realmente cual era el vallecano con el que iba a estar, pues que hasta aquí habíamos llegado, que esa misma tarde hablaría con mi abogada, para que siguiera con los trámites.

Fue decirle eso, y él volver a las andadas de que si le había sido infiel, y vuelta a propagarlo a los cuatro vientos (¿se puede ser más falso?).


Días más tarde, supe por el director del banco donde teníamos la hipoteca del piso (que es el mismo banco donde hacíamos todas las gestiones de la empresa), que por lo visto había ido con su madre para ver si le daban a él una hipoteca para quedarse con el piso, y de paso, que por lo visto me pusieron a caer de un “guindo”. Por suerte, el director del banco se llevaba muy bien con mi familia y conmigo, y me dijo (palabras textuales): “Mientras yo sea el director de ésta oficina, al vallecano, ni agua, por lo tanto, no te preocupes Gema, que con el piso te quedas tú, que a ti sí te damos el préstamo por la parte que te corresponda pagarle a él”.

Obviamente, se solicitó una tasación del piso, y cuando el tasador dio el precio del piso por aquel entonces (18.000.000 pts.; algo más de 108.000 €), el vallecano aplicó el refrán de “donde dije digo, digo Diego”; pues de rebajar los 3 o 4 millones de pesetas que nos habíamos ahorrado en la primera compra, tal y como habíamos hablado poco antes de que él tuviera el accidente de coche, nasti de plasti; por lo tanto, me reclamaba… ¡¡¡9.000.000 pts. íntegros para él, por su 50%!!!, cuando 3 años antes, lo habíamos comprado por un total de 10.000.000 pts. (lo habían tasado por aquel entonces en unos 13.500.000 pts.).

A primeros de Noviembre del 2001, una mañana que yo me fui a ver una obra con mi padre para luego presupuestarla, cuando volví a casa, me encontré con que estaba el vallecano con sus padres en nuestra casa, para vaciar y limpiar la nevera que le regalaron sus abuelos por nuestra boda, y empaquetar la batería de cocina que nos regalaron sus padres junto con un mueble cristalera, con su correspondiente cristalería, etc., etc., etc…; ya que al día siguiente, iban a venir con un amigo que tenía un camión, para recoger todas sus cosas.

“Perdona, ¿cómo dices?. ¿Vienes sin avisarme, a llevarte todas tus cosas, de un día para otro?”. “Sabes que la cama la he comprado yo, que la nevera, y la lámpara del salón nos la regalaron mis abuelos por nuestra boda, que la televisión nos la regaló mi tío por nuestra boda, que el sofá nos lo dieron mis padres…”. “Y tú sabes, que por la boda, absolutamente toda mi familia y mis amigos, nos dieron dinero, que hemos gastado entre los dos, ¿entonces qué?, ¿ahora te reclamo yo el dinero que dio mi familia y que tú también has disfrutado?, y el sofá, ésta casa tenía sofá cuando la compramos, un poco cutre, pero tenía, y si lo cambiamos, fue porque tus padres se emperraron en que era una mierda porquería, y ellos nos daban el sofá de su salita porque lo iban a cambiar, ¿me traes tú ahora el sofá que había aquí antes?, no ¿verdad?. Si me quiero sentar, me siento en el suelo, ¿no?”.


Al día siguiente, tal y como me dijeron, vinieron por la mañana a llevarse: el somier y el colchón que compró el vallecano, la nevera, la lámpara del salón, la batería de cocina, el mueble cristalera con su cristalería, el sofá, las cortinas que había hecho la madre del vallecano (quiso llevarse hasta los rieles, pero estaba mi madre, y les dijo que ni se les ocurriera quitarlos, ya que los rieles los había comprado ella, así como la cortina de la habitación de matrimonio, que me la había hecho mi tía, y la cortina de la habitación alargada que me la había dado mi madre), y si mi madre no se mete por medio, hasta la mitad de una vajilla que compramos entre los dos (5.000 pts.; 30 €, que nos costó. Hay que ser cutre para incluso querer llevarse eso). Cuando fueron a coger el microondas que nos regalaron unos amigos, le dije: “Espera un momento”. Llamé a D. y le dije: “D. está aquí el vallecano para llevarse todas sus cosas, y pretende llevarse también el microondas que nos regalaste. ¿Me lo quedo yo, o se lo lleva el vallecano?”. “Pásame al vallecano”. Y le oí chillarle por teléfono. “Ni se te ocurra coger el microondas, que si alguien se lo merece es Gema, no tú sinvergüenza”.

Estuvo abriendo todos los cajones de la casa, (salón, habitación, y demás), para comprobar que no se dejaba nada suyo; y al final, en uno de mis cajones (que no sé qué coño demonios fue a mirar), donde guardo las braguitas, me encontró una caja de condones, todavía sin abrir.


“¿Serás guarra?. Todavía no hemos firmado la sentencia de separación, y tú ya tienes una caja de condones”. “¿Y a ti qué coño narices te importa?. Además, ¿no se supone que yo ya te he sido infiel?. ¿De qué te sorprendes?. Que no hayamos firmado aún la sentencia de separación porque tiene sus trámites, no significa que estemos juntos, porque para mí, desde el último día que estuve en el hospital, dejé de estar contigo”. Y bajando la voz para que sus padres no le oyeran, me dijo: “¿Y lo que estuvimos hablando en su momento de que quizás me perdonases, si hablaba con tu familia para decirles la verdad?”. Le miré y sólo le sonreí, cínicamente.

Entonces, apareció su madre, y le dijo: “Déjalo hijo, no te enfades, si la que es puta, es puta; además, antes de estar contigo, no tenía donde caerse muerta”. “Muy bien señora, yo seré puta según vosotros, y no tendría donde caerme muerta, pero su hijo, además de putero, y no tener donde caerse muerto al igual que yo, además era un muerto de hambre, cosa que yo no era”.

Justo, cuando ya bajaban las últimas cosas, la última en salir de casa fue su madre, y en la puerta, todavía tuvo la desfachatez de decirme: “Y da gracias, si no pedimos una indemnización, mientras mi hijo no pueda trabajar, porque como tú tienes empresa, y te vas a quedar con el piso, eres la más favorecida”. A lo que mi madre ya no se aguantó más y le dijo: “Mire señora, si quieren robar, vayan a atracar a un banco, que de mi hija y de nosotros ya han chupado más de la cuenta”.

Esa misma tarde, mi madre y yo nos fuimos a una tienda de muebles y colchones, a comprar un somier y un colchón, que me pagó mi madre, y en 2 o 3 días me lo traían a casa, y posteriormente, fuimos al Carrefour a comprar una batería de cocina normalita, tampoco era plan de gastarnos un pastón así de sopetón.

Esa noche y las dos siguientes, dormí en la primera habitación, en una cama que teníamos de 90; y como era cama nido, el nido que era de 80, lo sacamos al salón, para que me hiciera de sofá, mientras no encontrásemos una solución al tema del sofá. Días más tarde, compramos unas espumas que habíamos encargado a medida, para que hiciera la forma del asiento del sofá y del respaldo, y lo vestí con un edredón de esos que se llevaban por aquel entonces de volantes, y al menos, durante algo más de un año, me hizo el apaño.

Días más tarde, firmamos el convenio regulador; y el 13 de Noviembre del 2001, firmamos la “extinción de condominio” (es como una compra-venta de la mitad del piso que correspondía a la otra parte).




Finalmente, el 04 de Febrero del 2002, firmamos la sentencia de separación en el juzgado. Ese día, habríamos hecho 2 años y 5 meses exactos de matrimonio.