Hay algunas cosas que cuestan escribir más
que otras, y en éste caso, (y posteriores que tengan que ver con ésta persona
que aquí comento), duele tanto o más que recordar la separación tan
“maravillosa” que tuve con mi ex, el vallecano.
Como ya os dije en el anterior post, en
Enero del 2.002 empecé a trabajar en una inmobiliaria en Moratalaz; y allí
conocí a una chica, a la cual habíamos comentado que llamaría Rosi, y que era
la mujer de uno de los socios de dicha inmobiliaria.
Rosi era 10 años mayor que yo, pero
aparentaba ser más joven de lo que realmente era.
Para mi gusto, era guapa. Morena, más o
menos de mi estatura, delgada, ojos verdes, y además se sabía sacar muy buen
partido tanto con la ropa, como especialmente con el maquillaje. Iba siempre
maquillada, en ese sentido, yo no me parecía nada, ya que yo normalmente, por
aquella época, sólo me maquillaba cuando salía de marcha.
La conocí a los pocos días de yo empezar a
trabajar en esa inmobiliaria, un día que vino junto con sus hijas (en aquel
momento, la mayor tenía creo recordar que 11 años, y la pequeña 6), a esperar a
su marido (bueno, pareja, ya que no estaban casados, pero para el caso…, su
marido), para luego ya irse los cuatro juntos.
Se presentó, se sentó en una silla en la
mesa que yo ocupaba mientras hacía las posibles llamadas de captación a los
pisos que había estado mirando esa mañana, y entre llamada y llamada, ella me
hablaba.
Recuerdo, que no tuve una buena primera
impresión. En cuanto a físico, sí, como ya dije, para mi gusto era una mujer
muy guapa; pero…, no sé…, había algo en ella…, no me preguntéis el qué…, que…
NO ME GUSTABA!!!
Después de esa primera visita, obviamente
se sucedieron más, y normalmente, después de salir de trabajar, nos íbamos los
dos socios, un compañero con el que me llevaba muy bien, Rosi y yo, a tomar
algo a un bar que había muy cerquita, antes de irse cada uno a su casa. A
veces, venía también una chica que tenían contratada como aprendiz de
secretaria (era muy jovencita, y había cosas que se las tenía que explicar yo,
ya que no tenía apenas experiencia).
Según iba pasando el tiempo, e iba
conociendo más a Rosi, cada vez me caía mejor, y pensaba… “vaya, parece que me
equivoqué en mi primera impresión”.
Por desgracia, su relación con su marido
no iba muy bien, como ella misma me contó, y como de vez en cuando también se
apreciaba, porque aunque intentaban disimular estando en la oficina, a veces,
sí que les vimos salir fuera a discutir.
En Abril del 2.002, quedamos Rosi y yo un
sábado para salir de marcha, ya que necesitaba desconectar, y la situación con
su marido ya era insostenible.
A partir de esa fecha, algunos sábados
quedaba con Rosi, y otros con mi amigo D.; pero según pasaba el tiempo, cada
vez quedaba más con Rosi, hasta al final salir todos los sábados con ella.
Algún que otro sábado que había quedado con mi amigo D., también venía ya Rosi.
Por lo visto, ella y su marido habían
acordado, por el bien de las niñas, no separarse, pero que aunque siguiesen
viviendo juntos por las niñas, cada uno haría su vida por su cuenta; de ésta
forma, decidieron que Rosi saldría los sábados mientras el marido se quedaba en
casa con las niñas, y el marido lo haría los domingos.
Así pasó un tiempo, hasta que llegó el
verano.
Con el beneplácito de su pareja, Rosi y yo
nos fuimos a Peñíscola una semana (al final nos quedamos en Valencia) en Agosto;
y después nos iríamos otra semana a mi pueblo, a Galicia, para las fiestas.
Cuando volviéramos, se iría él de vacaciones.
Cuando íbamos para Peñíscola, llamé a un
amigo mío J., que vivía en Valencia, para quedar a tomar algo, que hacía mucho
que no le veía, y luego ya continuábamos viaje.
J. vino con un amigo suyo (al que ya
comenté que posteriormente Rosi le puso Michel), y según se vieron… saltaron
chispas, se gustaron muchísimo mutuamente.
Esa noche, nos quedamos en Valencia, y
salimos de marcha con J. y con Michel; y el plan era, al día siguiente, irnos a
Peñíscola, tal y como teníamos planeado.
A la mañana siguiente, Rosi me dijo que
había estado hablando con Michel, que porqué no nos quedábamos en su casa, en
Valencia; que si eso íbamos a Peñíscola los tres a dar una vuelta, y de paso
anular la reserva que habíamos hecho, y que como él vivía sólo, pues podíamos
estar en su casa, que aunque sólo tenía una habitación con su cama, en el salón
tenía sofá cama, por lo tanto, sitio para dormir, había, y así, aparte de
ahorrarnos dinero, Rosi y Michel podrían estar juntos.
Como yo sabía de sobra como estaba la
situación con su pareja, y aparte, por lo que nos decían las niñas, su padre se
había echado una “amiguita”, pues pensé… “No hacemos daño a nadie, y a Rosi, si
tanto le gusta Michel, pues que disfrute. A fin de cuentas, va a ser sólo una
semana”.
Me tienes intrigadisima pensando en la parte buena que te queda por contar
ResponderEliminarTranquiiiiiila..., todo se andará!!! Te vas a sorprender, te lo aseguro!!!
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