A finales de Junio, finalmente operaron al
vallecano de la cadera. Estuvo más de tres horas en el quirófano, y a mí se me
hicieron interminables.
Poco antes de entrar a quirófano, estuve
hablando con él, y le dije que mirase bien quien estaba con él en ese momento,
si era la sevillana, o era yo, su mujer; y que mientras estuviese dormido, que
hiciese el favor de pensar qué era lo que quería hacer, si luchar por nuestro matrimonio,
o mandarlo todo a pique. Le desee mucha suerte en la operación, y se lo
llevaron.
Mientras le operaban, sus padres y yo
estábamos esperando en el hall que da a las escaleras, y los ascensores, que
estaba muy cercano a la entrada a los quirófanos, pero nos teníais que ver;
ellos en una punta, y yo en otra.
Durante la operación, tuve mucho tiempo
para pensar en todo lo que había pasado durante el último mes, especialmente
los últimos días, desde poco antes del accidente; y fue tanto el agobio, el
dolor, la desesperación…, que allí mismo rompí a llorar. Mi queridísima suegra,
entonces, no se le ocurrió nada mejor que decir algo así como… “Claro, la que
no sabe ser una buena mujer, no puede recibir nada bueno. Llora, llora, que no
te hace mal”. Me levanté, la miré con odio, y la dije: “Vete a la mierda, tú, y
toda tu puta encantadora familia”.
Cuando salió del quirófano, el médico
estuvo hablando con nosotros, y nos dijo que todo había salido bien, pero que
habían tardado más de la cuenta, porque tenía la cadera destrozada, rota por
varios sitios, y astillada, que le habían tenido que poner unos clavos, y no sé
que más historias. Que la recuperación sería lenta, tendría que ir a
rehabilitación, pero que al final volvería a andar perfectamente.
Esa noche, me quedé en el hospital con el
vallecano. Sus padres por lo visto no se podían quedar, ya que su padre tenía
turno de mañana en la fábrica, y la madre, por lo que me dijo, tenía que ir a
limpiar una casa por la mañana a primera hora, pero que a las 10 salía, y sobre
las 11 o un pelín más estaría ya en el hospital para que yo me fuera, ya que yo
les dije que yo algo tenía que dormir, porque por la tarde tenía los 3 últimos exámenes
del curso de Gestor Inmobiliario para sacarme el título.
Por la noche, estuve estudiando un poco,
pero al final estaba tan cansada de haber estado todo el día en el hospital,
que me quedé dormida en el sillón (de esos cutres antiguos, que se reclinan un
pelín, pero sigues estando sentada, ya que le trasladaron de habitación, a un
ala que todavía no había sido remodelada, y la habitación era de las que aún
tenían 6 camas, y los sillones encima, no tenían ni reposa pies, les faltaba a todos, por lo que cogí una silla para apoyar las piernas), pero al final acabé despertándome de golpe y porrazo, cuando
imagino que me di la vuelta dormida, y… acabé en el suelo. Menudo batacazo me
metí. Ya no pude dormir en toda la noche. Era notar que se me cerraban los
ojos, y automáticamente despertarme del todo como sobresaltada.
A los demás enfermos de la habitación les
vino de perlas, porque los que no se podían mover mucho (excepto 2, el resto),
les hice de enfermera (dándoles agua cuando me la pedían, o acercándole la
botellita para hacer “pipí”, o a un viejito muy majo arropándole que tenía
frío).
Al día siguiente, mi amadísima suegra,
llegó… a las 14 horas. “Lo siento hija, me ha sido imposible llegar antes. Es
que tuve que ir al banco y…” La corté: “Vale, vale, que me da igual, que yo me
voy. Ni dormir ni pollas leches. Ya veremos cómo me salen los exámenes. Mira
que te lo dije, pero está visto que aquí el tema es putear fastidiar a
Gema, y cuánto más mejor. No te preocupes, para la próxima vez, si hay una
próxima vez, ya sé lo que tengo que hacer”. Y me fui.
Llegué a casa, me duché, comí un
bocadillo, y salí disparada, que a las 17 horas, tenía el primer examen. Por
suerte, los bordé, y cómo me dijo mi padre posteriormente, cuando nos dieron
los resultados días más tarde… “Ay Gema, si hubieses estudiado así antes, ahora
tendrías una carrera, o te faltaría poco”. “Ya papá, si tienes razón, pero es
que esto, me gusta”.
Los días siguientes seguí yendo al
hospital, ya le trasladaron de habitación a una del ala nueva (que era
individual), y teníamos más o menos una relación “cordial”, pero sin hablar
del tema sevillana.
Hasta que llegó el 29 o 30 de Junio, que
fuimos mi padre y yo al hospital, y le llevamos la declaración de la renta para
que la firmase para presentarla a Hacienda. Estaba la madre, y le dijo: “Hijo, mira bien lo que firmas, no vaya a
ser que te metan en algún lío”.
Mi padre, que ya sabía un poco por encima todo lo que pasaba (ya no pude más y el
mismo día que tuve los 3 exámenes, al salir de la academia le llamé, y le dije
si podía venir a mi casa, que necesitaba hablar con él), pues ni corto ni
perezoso, le espetó a mi suegra: “Piensa el ladrón, que todos son de su condición”, “¿Me estás llamando ladrona?”, “Pues sí mire, entre otras cosas que me callo por no ponerla la
cara colorada, que vergüenza les tenía que dar a todos ustedes cómo se están
portando con mi hija, y lo que la están haciendo”, “Pues anda que vosotros seréis muy educados, pero ni las gracias le
disteis a mi hijo por haber trabajado para vosotros”, “¿Las gracias señora?, en tal caso las gracias las tendrían que
dar ustedes por haberle dado un trabajo a su hijo cuando no le cogían en ningún
lado por mucha entrevista, y mucho currículum, y mucho curso que llevase o
hiciese”.
Mi padre me cogió de la mano, y me dijo: “Gema
cariño, vámonos, que no merecen la pena ninguno de ellos”.
Para mi padre y para mí, ya estaba
decidido, mi matrimonio se había acabado (y eso que mi padre, era un hombre muy mayor - de aquella faltaba poco para que cumpliese 71 años - gallego, y por ende, antes de casarse con mi madre y nacer yo, había sido cura; por lo tanto, os podéis hacer una idea de la opinión que tenía él de las separaciones y los divorcios).
La verdad, es que cuando me monté en el coche con mi padre, y salimos del hospital, por primera vez respiré aliviada. No me había dado cuenta de toda la presión a la que había estado sometida hasta ese momento; sí, sabía que había sido mucha, pero... no pensé que hubiese sido tanta hasta ese preciso instante.
Me tienes enganchadisima Gema...vaya telita... por lo que pasaste...espero que le dieras su merecido...deseando estoy de leer la siguiente parte... Besos!
ResponderEliminarYa te digo que estás enganchada..., como que acabo de publicarlo y ya me comentas (gracias, gracias, gracias!!!)
EliminarGente como tú, me da fuerzas para seguir escribiendo, y acabar de sacar todo lo que tengo dentro desde hace tanto tiempo, y que no conté nunca al 100% como estoy haciendo aquí.
Me voy a currar.
Si no llego muy tarde, y no me encuentro muy cansada, tendrás la continuación, sino, mañana.
Un besazo guapa.
Que novela!!!....Gema esa suegra era una pesadilla, asi le salió el hijo.
ResponderEliminarDel tal palo tal astilla...
El hijo no era del todo malo..., "cortito" de miras, y bastante estar bajo las faldas de su madre como decía mi padre, pero realmente, sino fuese tan tonto por dejarse llevar, era bastante buena persona (así pasaba, que cualquiera hacía con él lo que le daba la gana, cuando él se emperraba en una persona; lástima que no decidiese tirar por su mujer..., bueno, ahora lástima no, que ahora estoy genial como estoy).
EliminarMañana mas no??? Jajaja cambio la novela de la tele por esto que tiene poci que envidiar!! Pobrecita hija
ResponderEliminarLa verdad, es que el guión ya lo tienen para hacer la telenovela... jajajajajaja, sólo falta que alguna productora se anime; aunque no creo que caiga esa breva.
EliminarMadre mía,Gema, si es que descubrirte y engancharme todo ha sido uno. Casi podías publicarlo,porque ya tienes unas cuantas lectoras.
ResponderEliminarMenuda suegra y familia. Peor que en los culebrones.
Sigo por aquí.
Un beso.
Encantada de tenerte por aquí. Menos mal que ésta no es ninguna droga, sino..., ya me podías denunciar... jejejeje...
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