miércoles, 28 de agosto de 2013

Mi separación. (Parte III).

Según iban pasando los días, el vallecano me llamaba prácticamente a diario.

Me decía que me quería, que me echaba de menos, que como dice el refrán, “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”…, y un montón de cosas bonitas más.

Yo le dije que vale, que me parecía muy bien, pero que lo primero que tenía que hacer era cambiar, y tener personalidad propia, y hacer caso de su mujer, que era con quien convivía, no con su madre, que no hacía más que estar debajo de las faldas de su madre, y obedecer y hacer todas sus órdenes, a pesar de que nos afectasen en nuestra relación; y que si su madre me faltaba al respeto, como había hecho más de una vez, su deber era dar la cara por mí, y no al revés, que yo siempre daba la cara tanto por mí, como por él.

Me dijo que sí, que se había dado cuenta, que había cambiado, que me lo juraba…, y en esto que oigo que llegan los padres a casa…, y el vallecano cambia su forma de hablar.

Pasó de hablar tierno y cariñoso, y decirme todas esas cosas tan románticas; a hablar frío, distante, prácticamente con monosílabos… Entonces, yo le dije: “Sí vallecano, ya veo que has cambiado. Ahora que han llegado tus padres no hablas igual que hace 5 minutos. Pasas de tierno y cariñoso sin ellos, a frío y distante con ellos delante. Menos mal que habías cambiado”. Y colgué.

Algunos días más tarde, vino a casa por la tarde con su hermano, para coger algo más de ropa, ya que no se había llevado mucha, y le hacía falta más.

Subieron los dos, él y su hermano. El vallecano iba con muletas, y la pierna que se había roto la cadera estaba muy muy delgada, era casi la mitad que la otra.

Su hermano cogió la bolsa de deporte con la ropa que yo le había preparado (me había llamado ese mismo día por la mañana para avisarme), y bajó.

El vallecano se quedó un rato en casa conmigo porque quería que hablásemos, mientras su hermano le esperaba abajo, en el taxi (su hermano era taxista).

Nos sentamos en el sofá, yo casi en el centro, y el vallecano en una esquina; y según iba hablando (diciéndome las mismas cosas bonitas que me decía por teléfono), se iba acercando más a mi; y según él se acercaba, yo me alejaba; hasta que al final, fui yo la que acabé en la otra esquina del sofá de irme alejando.

De allí a un rato, su hermano pitó con el coche, y el vallecano se asomó. “¡¡¡Oye, o bajas ahora mismo para irnos, o te quedas ahí y luego te buscas la vida, tú verás!!!”. El vallecano le dijo que se quedaba que teníamos que hablar unas cosas.

La verdad es que me dio pena por el vallecano, y rabia por el hermano. ¿Quién puede ser tan sumamente desalmado como para dejar a alguien que no se puede desplazar libremente tirado, y más cuando tiene cosas que hablar con su todavía mujer, que quizás pudiese cambiar la situación?. Yo no creo que si un hermano fuese como tiene que ser, se interpusiese en medio de una posible reconciliación. En tal caso, si tenía cosas que hacer, le podía haber dicho algo así como… “Mira, si ves que puede que tardes, me voy; y luego cuando acabes me avisas y vengo a recogerte”…, vamos, digo yo.

Bueno…, que me desvío.

Después de irse el hermano seguimos hablando, y una de las primeras cosas que le dije fue lo siguiente: “Mira vallecano, yo a día de hoy no sé si te puedo perdonar, y mucho menos después de todo lo que me has hecho; ya no sólo la sevillana, sino las mentiras que le has ido contando a toda mi familia, que incluso has llamado tú mismo y tu madre para ponerme a caer de un guindo. Si quieres que te sea sincera, lo primero que tienes que hacer para yo poderme plantear si te perdono y seguimos, es volver a hablar con toda la gente que has hablado contándole las mentiras que habéis contado; pero ésta vez para decir la verdad, que yo no te he sido infiel, que si alguien tenía una aventura eras tú, que incluso pensabas comprarte un piso con el dinero que te diese yo de éste para que la sevillana se viniese a vivir contigo aquí en Madrid”. “Cari, yo nunca he dicho eso…”. “¿Lo ves?. Me vuelves a mentir. Vallecano, te oí cuando se lo dijiste en la terraza de la cocina, y me lo he callado todo éste tiempo. Que no te dijera nada, no significa que no lo supiera, o no me hubiese enterado, que era lo que tú creías, ¿verdad?”. Y se quedó callado.

Después de esto, nos fuimos a dar una vuelta despacito, para seguir hablando más relajadamente, y le dije que también necesitaba ver otros cambios, como por ejemplo el tema de sus padres; que si realmente le daba igual lo que pensasen o dejasen de pensar, no entendía por qué cuando hablaba conmigo por teléfono, si no estaban los padres hablase de una forma, y si estaban, hablase de otra completamente distinta; por lo tanto, si quería que le creyera, tendría que hablarme siempre igual, tanto estuvieran sus padres, como no.

Ya empezamos a buscar un taxi, a la vez que paseábamos, y cuando encontramos uno, lo cogió.

Justo antes de cerrar la puerta, le dije: “Recuerda, vuelve a ponerme en mi sitio con mi familia, para poderme empezar a plantear si te perdono y volvemos. Mientras no hagas esas llamadas, no tienes nada que hacer”. Y le cerré la puerta del taxi.

Al día siguiente, como a mediodía, me llamó mi tía P., para decirme que le acababa de llamar el vallecano, diciéndole que sentía haberles mentido, que reconocía que había contado mentiras sobre mí, y que quién dijo desde el principio la verdad era yo, por lo tanto, que creyesen lo que yo había dicho, porque lo que él dijo, no era verdad.

Había conseguido lo que quería, que me volviera a poner en mi sitio, ahora, lo de volver…, lo dudaba un 99,9%; más que nada, porque yo soy de las personas que les cuesta muchísimo tomar una decisión tan importante, ahora, una vez tomada…, hasta el final, con todas sus consecuencias.

3 comentarios:

  1. Te sigo desde hace un tiempo, pero hasta ahora no me he decidido a comentar. Me tienes totalmente enganchada a tu historia. Ha tenido que ser una mala época en tu vida. Pero como podrás ver esto es una gran terapia que ayuda a desahogarse. Desde aquí te mando todo mi apoyo y espero que algún día nos cuentes lo genial que va tu vida ahora.

    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias por seguirme Sarah.

      Sí, la verdad es que fue una muy mala época, y como bien dices, ésto me sirve de terapia.

      Ya llegaré al presente..., ya verás que cambios ha dado mi vida; unos para mejor, y otros, por la maldita crisis..., no tan buenos, pero bueno, a seguir adelante.

      Un saludo.

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  2. Todo esto debió ser complicado y difícil de decidir.....

    Yo no sabría que hacer si me pasara eso....y mas si te hizo pasar por tanto.... debe ser complicado...

    Bueno, la otra parte ya esta comentada, pero bueno... sigue coontando!!

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