Por lo que me imagino, mi padre debió
hablar con mi madre y contarle lo que había pasado (si no todo, casi todo), el
caso, es que dos días después de habernos ido mi padre y yo del hospital, para
nunca más volver, e ir buscando abogado para solicitar la separación (de
aquella no te divorciabas directamente, primero te separabas, y cuando ya
tenías la sentencia, si querías te divorciabas, no como ahora), mi madre estuvo
hablando conmigo “Venga Gema, mañana vamos al hospital a ver al vallecano,
haber si conseguimos solucionar vuestros problemas, que estáis casados, y un
matrimonio no se puede tirar así como así por la borda”, a lo que la dije que
estaba de acuerdo, que un matrimonio es una cosa muy seria como para terminarlo
así, de golpe y porrazo, pero que yo ya llevaba aguantado mucho, y ya no podía más.
Y mi madre, erre que erre, total, que al final la dije: “Vale, está bien, vamos
al hospital las dos, pero no te garantizo nada”.
Al día siguiente, fuimos al hospital, y al
principio, más o menos tuvimos una conversación medianamente normal, hasta que
al final, volvió a llamar la sevillana. Lo cogió la madre del vallecano, pero
como dijo se le escapó el nombre de la sevillana, y le dijo que en ese preciso
momento no podía hablar…, ya monté en cólera, y dije: “¿Qué?, ¿seguimos igual
no?, seguimos zorreando. Menos mal que según tú, se supone que yo soy la que
pone la cornamenta, no quién la lleva…”. Al final, acabamos discutiendo, y mi
madre y yo nos fuimos. Dije que no volvía a ir, que hasta aquí habíamos
llegado.
Dos días más tarde, mi madre volvió otra
vez a la carga: “Venga, vamos a hablar civilizadamente, haber si se deja de
tonterías, y podéis continuar adelante”. Nuevamente me dejé convencer, y al día
siguiente volvimos a ir.
Cuando fuimos, resulta que el vallecano
sabía que al día siguiente (06 de Julio del 2.001), yo tenía una cena con los
profesores y compañeros de la academia, por haber acabado el curso de Gestor
Inmobiliario, y me preguntó si pensaba ir. Era una cena que llevábamos
planeando desde primeros de junio, para ir todos después de acabar los
exámenes, para celebrarlo, y despedirnos los unos de los otros. A la pregunta
del vallecano, le dije: “Desde luego que voy a ir. Llevo esforzándome todo el
año para sacarme mi título, y en los exámenes he sacado muy buenas notas (la
nota más baja fue un 7,5); además quiero desconectar un poquito de todo, y creo
que me lo merezco”.
Ni qué decir tiene que volvimos a acabar
discutiendo, pero ésta vez el vallecano, la madre, mi madre, y yo; hasta el
punto que eran tal los gritos que allí se profirieron, que hasta vinieron las
enfermeras para ver qué demonios pasaba; y el vallecano nos ordenó a mi madre y
a mi irnos de muy malas maneras.
Al día siguiente, tuve la cena, a la que
obviamente, fui. Me sirvió para relajarme un poquito, y pegarme unas risas,
aunque de vez en cuando me daba el bajón. Los seis que mejor nos llevábamos,
estuvimos comentando un poco cómo iba mi historia, y todos me decían que era un
desgraciado desagradecido, un sinvergüenza, y demás lindezas que desde
luego se merecía.
Al día siguiente (07 de Julio del 2.001),
a mediodía, recibí una llamada de la policía. Me decían si podía acercarme a
comisaría a declarar, porque habían puesto una denuncia contra mí: “¿Contra
mí?, ¿quién?”. “No la podemos informar por teléfono, debe venir a la comisaría”.
Llamé a mi padre, y para la comisaría que
nos fuimos los dos. Cuál fue nuestra sorpresa, cuando al llegar, y atendernos
el policía que nos correspondía, resulta que la denuncia es… ¡¡¡DE MI SUEGRA!!!
por ¡¡¡INSULTOS Y AMENAZAS!!!. Me quedé… alucinando es poco. Y mi padre dijo: “¿Quieres
ver que como ayer te fuiste a la cena, en represalia te ha puesto esa denuncia?”.
Le explicamos al policía lo que pasaba, la situación en la que me encontraba yo
con el vallecano, y el pobre flipó, y pensó lo mismo, según nos dijo.
Ese mismo día, por la tarde, mi madre me
dijo de ir al hospital al día siguiente, para ver por última vez, si había algo
que “rascar” con respecto a nuestro matrimonio, a lo que yo me negué; pero
tanto insistió, tanto insistió, tanto insistió, que al final la dije: “Mira, si
quieres ir, vamos, pero como la cosa salga mal, no me vuelvas a decir NUNCA de
volver a ir, porque la respuesta va a ser NO”.
Al día siguiente, por la tarde, volvimos
mi madre y yo a ir al hospital.
Cuando llegamos, estaba sólo la madre del
vallecano, pero de allí a un ratito, llegó también el padre.
Yo estaba sentada a la derecha del
vallecano, en el alféizar de la ventana; a los pies de la cama, estaba sentada
la madre del vallecano, en una silla, su marido estaba de pié a su lado; y de
frente al marido, que correspondía con el lado izquierdo del vallecano, estaba
sentada mi madre en el sillón.
Esta vez, quienes acabaron discutiendo, fue
mi madre con la madre del vallecano, una discusión bastante fuerte. La madre
del vallecano, intentaba por todos los medios dejarme mal frente a mi madre
(que si era una mentirosa, que si le había puesto los cuernos a su hijo, que si
yo tenía mucho interés en casarme con su hijo…), y mi madre rebatiéndola punto
por punto (que si los interesados en que nos casáramos habían sido ellos, que
bien que querían adelantar la boda, que mentirosa puede ser, pero no más que lo
era su hijo y ellos, que si alguien había engañado era su hijo a mí, que había
que ser muy mala persona para ponerme una denuncia como venganza por haberme
ido a la cena…).
El padre del vallecano, también se metió
por medio en la discusión, y al final, en un momento dado, se fue todo embalado
a mi madre, levantó la mano…, y su mujer gritó: “¡¡¡FULANITO!!!”. Yo salté de
la ventana, casi tirando a mi paso a la madre del vallecano, enganché con las
dos manos a su marido del brazo, y le dije muy bajito: “Como se te ocurra tocarle
un solo pelo a mi madre, TE MATO”. Mientras, mi madre le picaba más: “Déjale
Gema que me pegue, venga, adelante, pégame. Así yo también puedo poner una
denuncia, pero la mía con razón, no con mentiras”
El vallecano en ése momento, sólo dijo: “Por
favor, iros, es lo mejor para todos”. Al llegar a la puerta, mi madre se dio la
vuelta y le dijo: “Vallecano, sinceramente, me das pena. Tanto cómo te hemos
ayudado tanto Gema, como mi marido, y yo; a pagar el coche, cuándo no teníais
para comer os compraba yo la comida como bien sabes, mi marido se enfrentó a
tus padres por defenderte a ti cuando te operaron de la nariz, te dio trabajo
cuando no lo tenías, mi hija te compró trajes, que nunca habías tenido, cuando
tuviste que ir al dentista, te dimos el dinero para que pudieras ir, al poco de
casarte por fin te pudiste mirar la vista (aunque tu madre decía que eran
tonterías tuyas), y te pusieron gafas que también pagamos mi marido y yo; y
tantas, tantas cosas…, ¿y así es cómo lo pagas?. Veo que mi marido tiene razón.
No eres más que un pelele que sólo sabe estar debajo de las faldas de tu madre,
aunque tus padres, si pueden, te quiten la vida”
El padre gritó: “¡¡¡FUERA!!!”. Yo les eché
una última mirada mitad odio, mitad tristeza, y nos fuimos…, y nunca más
volvimos.
Al día siguiente, lunes, hablé con la que fue
mi profesora de Derecho en la academia, para que me llevase la separación.
Oh! Qué mal...
ResponderEliminarBueno, por suerte, ya es pasado (aunque duela recordarlo)
Eliminaruy nena, que mal, menos mal que no había baby de por medio... porque lidiar con el tio ese y su familia...no veas que cruz para toda la vida...
ResponderEliminarPara cuando actualizas¿!?!?!?! un beso y gracias por avisarme de las actualizaciónes gema!
Ya te digo, y eso que no era por falta de ganas de mi ex suegra, que ella, al año de habernos casado, ya me preguntó cuando íbamos a por el crío. Menos mal que la dije que era muy joven, y que quería disfrutar más de mi matrimonio, pero que cuando hiciese 26 años, sí que me lo plantearía el empezar a ir a buscarlo.
EliminarComo ves, no llegué a esa edad. Con 24 años recién cumplidos, solicité la separación.
Si puedo, mañana escribiré otro post, pero en éste caso por el premio que me has otorgado (MUCHAS GRACIAS), pero el viernes me voy de vacaciones al pueblo a estar con mi nene, que llevo casi un mes sin verlo, y le echo muchísimo de menos; por lo que seguramente, mientras esté en el pueblo, no escriba nada; pero a la vuelta, tranquila que lo retomaré donde lo dejé.
Aún faltan cosas interesantes que sucedieron durante la separación, que son bastante "jugosas".
Un besito guapa.